Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo… si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
Oliverio Girondo
Imagen, David Favrod
4 comentarios:
Yo estoy en una etapa llorona, y no sé muy bien por qué. Lloro por literatura, por revoluciones, por niños, aunque no por flatos, pero si por enamoramientos sistemáticos, inexorables, inmanejables...
Curiyú,
es que yo también estoy en una etapa muy llorona. También lloro por todo. Todo me emociona. Me gusta la locura de llorar que este poema nos deja. Abre las compuertas para que el agua fluya.
Ya vendrán otros momentos de “ley seca”...ahora, las gotas de agua caen porque tienen que caer.
Girondo es catártico. Este poema es leerlo y es inevitable el llanto.Un beso
fiorella,
es un verdadero respiro poder llorarlo todo. Y Girondo ha escrito lo que necesitábamos leer.
Un beso!
Publicar un comentario