Era en el extremo del gran dique de Cabourg hacia el puerto de los yates. En la playa, el niño hacía volar una cometa china, como en L´Eté 80. Este niño no se movía del lugar en que estaba. A su alrededor, otros niños jugaban a la pelota. Estábamos bastante lejos, en la terraza. Hacía viento y atardecía. El niño no se movía, hasta el punto en que empezábamos a encontrar su inmovilidad insoportable, y después dolorosa. A fuerza de escrutar, de escrutarlo, de socavar su imagen, vimos lo que había. El niño tenía las dos piernas paralizadas, delgadas como bastones. Alguien había de pasar a buscarle sin duda. Había niños que ya se iban. El niño continuaba jugando con la cometa. A veces uno dice voy a suicidarme y luego continúa el libro. Alguien debió ir a recoger al niño antes de que anocheciera. La cometa en el cielo señalaba el lugar donde se encontraba, nadie podía perderse.
De "La vida material", Marguerite Duras
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3 comentarios:
Entre tierno y terrible...prefiero pensar que queda una mirada humana y conmovida...un beso.
Hacer cometas, volar cometas, el cielo la libertad, el niñito era libre volando su imaginación.
un beso
tula,
es lo que hacemos todos...volar nuestra imaginación, por eso nos hacemos libres...Es cierto, el niño sólo ve los colores de la cometa, revuelto de sueños y el inmenso cielo azul...
Un beso
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