“Quiero contar lo que me sucedía cuanto tenía
siete u ocho años – decía Fellini en 1965 - Recuerdo, por ejemplo,
ciertas festivas fantasías infantiles a las que me abandonaba habitualmente en
los meses estivales, que pasaba en casa de mi abuela en Gambettola, provincia
de Forli. Había bautizado las cuatro
esquinas de mi cama con los nombres de los cuatro cines de Rímini: "Fulgor",
"Savoia", "Sultano" y "Ópera Nazionale
Dopalavoro". Tan pronto como me
acostaba, me volvía hacia la primera esquina ("Fulgor") y, con los
ojos cerrados -pero aún completamente despierto- esperaba que ocurriera
"algo". Y, en efecto, ocurría algo. Irme a
acostar era entonces una fiesta. (…) Cerraba los ojos, esperaba pacientemente
conteniendo el aliento y con el corazón acelerado hasta que, de golpe, comenzaba
el espectáculo. Un espectáculo de los más extraordinarios. ¿En qué consistía?
Es difícil de contar: era un mundo, una fantasmagoría rutilante, una galaxia de
puntos luminosos, esferas, círculos brillantísimos, estrellas, llamas, vidrios
de colores, un cosmos nocturno y centelleante que primero se mostraba inmóvil,
después en un movimiento cada vez más amplio y envolvente, como un remolino
inmenso, una espiral cegadora”.
Federico Fellini, 1965
Federico Fellini, 1965
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