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-A veces el océano me recuerda a un enorme perro azul- dice Faye, mirando el mar. Julie le pasa un brazo a Faye por los hombros desnudos.(...)
Julie acaba de levantar la mirada:
-¿Qué has dicho?
Faye la mira, impávida, y niega con la cabeza.
-Estabas hablando de poesía.
-Julie sonríe y le toca la mejilla a Faye.
Faye enciende un cigarrillo en medio del viento.
-Nunca me ha gustado. Da demasiadas vueltas. Incluso cuando me gusta no es más que una manera retorcida de decir algo obvio, creo yo.
Julie sonríe. Hay una separación entre sus incisivos.
-Bravo-dice-. Pero piensa que hay realmente poquísima gente que tenga el instrumental necesario para tratar con lo obvio.(...)
Una vez me preguntaste cómo entendía los poemas- dice, casi en un susurro- Y también me preguntaste si nosotras, lo nuestro, de qué dependía para existir. ¿Eh, cariño?. Levanta la cara de Faye, poniéndole un dedo debajo de la barbilla- ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas del mar? ¿De nuestro mar al amanecer, de cómo nos gustaba? Nos gustaba porque era como nosotras, Faye. Aquel océano era obvio. Todo el tiempo estábamos buscando algo obvio.- Le pellizca un pezón tan suavemente que Faye ni siquiera se da cuenta- El mar sólo es el mar cuando se mueve -susurra Julie-. Las olas son lo que distingue al mar de un charco muy grande. El mar no es nada más que sus olas. Y todas las olas del mar terminan chocando con lo que ellas mismas empujan y rompiendo. Todo lo que estábamos mirando durante todo el tiempo que estuviste haciendo preguntas era obvio. Era obvio y era un poema porque éramos nosotras. Mira esa clase de cosas, Faye."
David Foster Wallace, de Animales Inexpresivos, en La niña del pelo raro.