"La memoria a veces se parece a un movimiento de resistencia ilegal, y los poseedores de memoria, a los resistentes clandestinos. Existe la historia oficial: de ella se ocupan las instituciones estatales legales, los guardianes profesionales de la historia. Existe nuestra historia personal. De ella nos ocupamos nosotros solos, haciendo catálogos de nuestra vida en álbumes familiares. Existe una tercera historia, alternativa, la historia íntima de cada día que hemos vivido. De ella se ocupan pocos, la arqueología del quehacer cotidiano es para excéntricos. Y justamente la historia de lo cotidiano es una guardiana precisa de nuestro recuerdo más íntimo, más precisa que la historia oficial, más exacta y más cálida que la que está encuadernada en los álbumes familiares. Porque la memoria secreta no se guarda en un museo estatal o en un álbum familiar, sino en un bollito, en una madeleine, lo que el maestro Proust sabía bien."
"Sólo más tarde, mucho, mucho más tarde, se me ocurrió que Ana Frank, a decir verdad, no se había salvado, sino que como la mayoría de sus paisanos judios había terminado en un campo de concentración. Igual que otras tantas ciudades de Europa, tampoco Ámsterdam había dejado de colaborar en la oscura y vergonzosa historia de la traición a sus conciudadanos. Las vidas aniquiladas y la cultura destruída jamás se pueden recuperar con nada. Por eso Europa está hoy día llena de museos que se han ideado como lugares de vergüenza colectiva. La vergüenza hecha museo es una especie de expiación del pecado.
A menudo me pregunto de dónde les viene a los políticos, a los poderosos, a los medios de comunicación y a los pensadores de turno europeos la seguridad para juzgar la moral humana y ser árbitros en asuntos como son la "democracia" y los "derechos humanos", haciéndolo con frecuencia en campo ajeno: en Europa oriental, en los Balcanes, en África, en Asia... Me pregunto de dónde optienen los europeos esta seguridad en su derecho al arbitraje: ¿vendrá de la conciencia sobre el crimen que Europa cometió a penas unas décadas atrás, o de su olvido?."
"No hay nadie en casa" de Dubravka Ugresic. Editorial Anagrama
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