D’ETRE SOBRE LE BONHEUR BIEN AIMÉE
Día tras día pienso en ti tan pronto como me
despierto. Alguien ha puesto los gritos de los pájaros en el aire como joyas.
SOBRE LAS
PIEDRAS DEL SUEÑO
Camille
Claudel pasó los últimos treinta años de su vida en un manicomio, preguntándose
por qué estaba allí y escribiendo cartas a su hermano el poeta, que había
firmado los papeles. Ven a visitarme, decía. Recuerda que aquí convivo con
locas; los días son muy largos. No fumaba ni paseaba. Se negaba a esculpir.
Aunque le daban piedras del sueño, mármol y granito y pórfido, ella las rompía
y luego recogía los pedazos para enterrarlos fuera de los muros por la noche.
Por la noche era cuando sus manos crecían, cada vez más grandes hasta que en la
fotografía semejan dos trozos de otra persona cargados sobre sus rodillas.
SOBRE LAS
ORQUÍDEAS
Vivimos
haciendo túneles porque nos han enterrado en vida. Tus túneles, para mí,
lucirán extrañamente inútiles, orquídeas arrancadas de raíz. Pero la fragancia
permanece. Un Niño Pequeño huyó de Amherst hace unos Días, escribe Emily
Dickinson en una carta de 1883, y cuando se le preguntó a dónde iba, respondió:
“Vermont o Asia.”
SOBRE LA
HERIDA NOCTURNA DE HÖLDERLIN
“Quizá el
rey Edipo tenía un ojo de sobra”, dijo Hölderlin y siguió escalando. Por encima
de los árboles hay un espacio blanco como la cara interna de una muñeca. Las
rocas permanecen. Los nombres permanecen. Los nombres cayeron sobre él con un
siseo.
SOBRE EL
HEDONISMO
La belleza
me hunde en la desesperación. Ya no me importa saber por qué sólo quiero
marcharme. Cuando miro la ciudad de París anhelo rodearla con mis piernas.
Cuando te veo bailar se abre una inmensidad tan cruel como un marinero a merced
de la calma chicha. Toda la noche florecen en mí deseos redondos como duraznos:
ya no puedo recoger los que caen.
SOBRE OVIDIO
Lo veo ahí,
en una noche como esta pero fresca, mientras la luna se desliza por calles
oscuras. Cena y camina de regreso a su habitación. La radio está en el suelo;
el dial, verde y luminoso, brilla suavemente. Ovidio se sienta a la mesa; los
exiliados suelen escribir muchas cartas. Ahora rompe a llorar. Cada noche,
alrededor de esta hora, se viste con la tristeza como si fuera ropa y continúa
escribiendo. En sus ratos libres aprende el idioma local (gético) para componer
un poema épico que nadie leerá nunca.
SOBRE VAN GOGH
La razón por
la que se bebe es para entender el cielo amarillo el cielo grande y amarillo,
dijo Van Gogh. Cuando volvió a mirar el mundo vio los clavos que sujetan los
colores a las cosas y vio que los clavos eran de dolor.
"Conferencias breves" de Anne Carson, Textos incluidos en "Plainwater: Essays and Poetry"