en estos días me vino a visitar mi parte animal
husmeador, mi berrido sideral que desvisto a bocados llenos. estaba yo dando
paladas en el fango y resulta que voló todo, sí, sí todo aquello que soñábamos que
vendría después de la faz de la tierra. el existencialismo dominical. dejé mis
babuchas para despertar en el mercado ambulante de la plaza
más famosa, comida, verdura y fruta, vísceras, sinfonía orgánica, los
vendedores argelinos, tunecinos y marroquíes, atraen a los clientes que pasan a través de un
interrogatorio directo, sus melodías comerciales, su ritmo vocal, como si
estuviéramos en un zoco más allá, tomates y pimientos que provienen del otro lado, cruzando
el mediterráneo y si te fijas bien bien, se ven los destellos de algunas
escafandras perdidas por el fondo. lejos, muy lejos, desde la atalaya de enferma o desde
palacio a los del zoco los veo comerciar tumultuosos con diminutos relojes de
arena. al faro, con fuerte olor a mar y azul, llegan los hirientes colores que
empequeñecidos tientan en racimos maduros. la sal cubre mi cuerpo y lo protege mientras
brota y respira. miro desde el catalejo la marea de este mercado y envidio cada
semilla que los jardineros compran. la torre es segura, azul, acolchada,
sabia... pero el mercado...si pudierais ver el mercado! imposibles vericuetos
con gentes en ríos como hormigas inconscientes de su pleno papel de
cotidianidad. y veo hasta un encantador de serpientes con su flauta suave. tanto,
que la sangre se pierde y estalla agolpada. todo es tan real que puedes ver
cómo los pescados se pudren al final del día y destilan una pestilente sidra
goteando de los cestos de las frutas.
vuelvo con los pies sucios y las manos pintadas con flores a trepar a gatas por
la escalera de caracol hasta arriba de la torre. subo sin mirarme, sin pararme,
hasta descansar sobre la limpísima colcha azul, porque ya no puedo más. aprendo
a zurcir y repasar cada sabor de higo morado como otra boca, el picor del sol
sobre la cara, el bálsamo de los gusanos de seda, la espiral de los ojos de la
serpiente, los gritos de los vendedoras y el secreto del hombre que pide
limosna. después como todo tiene un final, a las dos
del mediodía, cajas vacías de color blanco se apilan con sus finas aristas. frutas
no vendidas y manchas moradas permanecen en el suelo, son recogidas por personas
que no tienen dinero. a la realidad siempre se le atragantaron las historias
del Olimpo. con las ganzúas rotas por el óxido de pesadillas recurrentes, atado
con un candado, queda en esta caja de acero algún tesoro que se enfría
inexorablemente en el fondo de la Seine, buscaré como siempre buscaré como una cazadora submarina
en la infinita profundidad planctónica del agua. mientras allá arriba todos
esperan expectantes mi muerte o mi aparición mi derrota o mi triunfo mi supervivencia
o no.
4 comentarios:
Creo que puedo escuchar el griterío del mercado, algo así como el comienzo de She´s a rainbow de los Stones.
Entretanto, permanezca abajo. Acá arriba la vulgaridad reina. Un abrazo.
Darío,
qué preciosa asociación, She´s a rainbow de los Stones...
caminando por aquel mercado refulgente de gritos y colores, como un arco iris...llegan colores en el aire por todas partes...
seguiremos cavando y sumergiéndonos en el griterío de las frutas, las flores y el azul, aquí abajo...
un beso!
Conóces Asilah, su nombre significa lo que es: auténtico.
Besos
Carmela,
conocía la ciudad, y este significado precioso,
y también cuando nombro Arcila, mi mente pronuncia arcilla, tan simbiótico, conceptualmente, a la palabra "auténtico" y a la palabra "tierra"...
besos!
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