Cosas fabulosas, las estrellas.
Cuando era niña sufría de insomnio.
En las noches de verano mis padres me dejaban ir
a la orilla del lago
con el perro por compañía.
¿Dije "sufría"? Así explicaban mis
padres
gustos a su juicio
inexplicables: mejor "sufría" que
"prefería vivir con el perro".
Oscuridad. Un silencio que anulaba la
mortalidad.
Los botes amarrados subían y bajaban.
Con la luna llena podía leer los nombres de
chicas
pintados en las barcas:
Ruth, Ann, Dulce Izzy, Mi amor Peggy.
No iban a ninguna parte, aquellas chicas.
No había nada
que aprender de ellas.
Extendía mi chaqueta en la arena húmeda,
el perro se acurrucaba junto a mí.
Mis padres no podían ver el ascenso en mi
cabeza.
Cuando escribía, me corregían la ortografía.
Sonidos del lago. Los dulces e inhumanos
sonidos del agua azotando el muelle, el perro
jadeando
por entre los juncos.
Louise Glück, Averno
Imagen, Laura Makabresku