Me gustaba ir al parque que hay frente al instituto y escarbar en la tierra para hacerle dibujos de corazones y de palabras, llegaba a clase con las uñas llenas de barro. Sentada junto a ella escribía poemas. (Así, con esas manos de entonces, escribo esto para ti). Al acabar la clase, la llevaba hasta allí. Cierra los ojos, le decía excitada, ella los cerraba. ¡Ábrelos!, reía, mirándome con sus ojos graves, besaba mis manos cuando las llevaba aún llenas de mugre, y yo abrazaba su cabeza loca de alegría, me gustaba oler su pelo, tenía el olor de las naranjas. Sé que me quiere, lanzaba al cielo. Caminábamos en un círculo alrededor del dibujo y después, en la habitación, desnuda me daba las gracias. Nos gustaba tocar la tierra, pasar una y otra vez los dedos por el oloroso brezo, notar la hermosa floración de la hierba, hundirnos en suaves torrentes de almizcle, entrar en grutas resplandecientes, y en las dulces cuevas húmedas llenarnos los dedos de agua salada… Nos encantaba el olor de nuestros dedos...
Imagen, Paul Paper