
"Anoche, un perro en el tranvía, un teckel color canela. Abatido, sentado bajo el asiento, a los pies de su amo. Sus ojos negros llenos de una profunda tristeza se cerraban poco a poco. Dos lágrimas bajaban por su cara canosa. Los golpes de la puerta lo aterraban; se incorporó con dificultad, pero en seguida le ordenaron: ¡siéntate!, y hasta le empujaron el trasero hacia abajo. Obedeció pestañeando apáticamente. En cada uno de sus rasgos se traslucía la absoluta futilidad de la existencia y, al mismo tiempo, la paciencia a la que lo obligaba un hechizo...como si tuviese otras cosas que hacer, como si tuviese que hacerlas en otro sitio, bajo otra forma, en otro espacio y otro tiempo; y como si se resignara a este espantoso error, pagando, eso sí, con su definitivo quebrantamiento..."
"Yo, otro. Crónica del cambio", Imre Kertész
Imagen: Perro semihundido, Goya