viernes, 22 de enero de 2010

OF TIME AND THE CITY DE TERENCE DAVIES


"En la mayoría de las ciudades industriales se produce el mismo fenómeno. Se destruían las barriadas más pobres y las ciudades que se construían allí debían ser una suerte de nueva Jerusalén para resolver todos los males. Realmente, creíamos que eso era posible; pero traicionaron nuestra fe, a pesar de que los políticos construyeran esas viviendas con una intención real de mejorar el hábitat. Estaban mal diseñadas, mal construidas. Al cabo de cinco años, se convertían en lugares mucho peores que aquellos a los que se había sustituido. Todo esto coincidió con el comienzo del declive de la ciudad.
Pero la falta de presupuesto para sostener esta política transformó la esperanza en traición, tanto que cuando destruyeron las barriadas, arrasaron también mansiones históricas del siglo XVIII. Hubiera sido más razonable restaurarlas y rehabilitarlas.
No sé por qué estas imágenes fueron las que surgieron en mi mente, en primer lugar, pero rápidamente supe que incluiría la canción The Folks Who Live on the Hill de Peggy Lee . En ese momento, me dije a mí mismo: ¡Ya tenemos una secuencia!¡Ya tenemos una película!
Lloro la ciudad que fue y ya no es y daría todo lo que tengo por volver a vivir esos cuatro años en los que fui feliz. Nadie desea ser desgraciado el resto de sus días. Eso es lo que cuenta de este instante. Pero yo no lo llamaría nostalgia: la nostalgia implica sentimentalidad y yo no soy un sentimental. De hecho, busco la experiencia de la pérdida del tiempo pasado. No hay que tener nostalgia de nada: éramos pobres, había ratas en los lavabos…"

"Mi padre, que era un hombre violento, murió cuando yo tenía siete años e iba a la escuela primaria. Mi colegio era mixto, todos mis profesores eran mujeres, fui muy feliz allí. Un día, con once años, yo estaba en casa en lugar de ir a jugar al parque o ir al cine. Veía como en el garaje de la casa de enfrente estaban levantando un muro. Observé que el trabajador de la casa de enfrente llevaba un vaquero muy ceñido. Rápidamente comprendí que no debía mirarle de ese modo y mi infancia se detuvo en seco. En un instante supe que se había terminado. No sabía lo que fallaba, pero lo sentía. En el instituto, me pegaron durante años por lo que era. El escaso amor propio que tenía se esfumó durante aquellos años.
Soy un autodidacta. Dejé la escuela a los quince años para comenzar a trabajar. El primer año de trabajo leí todo Dickens. Lo devoraba todo: las Brontë, Günter Grass, Kafka… Y descubrí la música. Pero nunca fui a la universidad...Intento ser honesto y realista...Siento las cosas intensamente. De niño, el mundo se va descubriendo poco a poco cada día. Esas sensaciones me marcaron para siempre..."

"Nostalgia de nada", Entrevista a Terence Davies de Grégory Valens en Zinema

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