Salto a la tierra en busca de comida. en el mar veo bibliotecas transparentes, palabras transparentes, cuando me envuelve en su abrazo el suave olor a almizcle. me colocas la larga bufanda roja alrededor del cuello, cubres mis orejas y la nariz, y comienzas a reirte. voy a una pradera a recoger flores, remuevo las arenas para traer conchas marinas, me invade el miedo y recuerdo los abedules de anna ajmátova. noto el calor del aliento y las pelusas de lana en la boca. lo único que sé, es que dentro de dos días ya no estaremos juntas. soy feliz en este instante pero de pronto el dolor del final se inmiscuye sigilosamente. Las botas llenas de agua y los pies helados. mi mano pasa por la hierba, rozándola, muy suavemente, y sueño que nos tumbamos para amarnos. el sueño sigue mientras caminamos por el paseo del Spree. como hace tanto frío llevo las manos en los bolsillos, tú me tomas del brazo. de pronto un oleaje feroz comienza a mover olas cada vez más grandes, imagino que el ruido del mar ahoga tus palabras, pero cuando las olas se alejan “no podemos seguir así” tu voz aterida por el frío. las olas regresan, pronuncias mi nombre y me miras para que diga algo. El mar se retira. “vámonos al piso”, te digo al oído. aprieto tu mano enlazada en mi brazo…y tiro de ti… En la maleta traigo tus guantes deshilachados que siempre tendré conmigo,… el pequeño moledor de café del mercadillo de Kreuzberg, el barrio turco donde hemos sembrado el amor que nunca podremos vivir, antenas parabólicas orientadas hacia Estambul…Imagen, Marina Rosso













