“Entonces se percató con sorpresa de que no era desdichada. La presencia física de Sabina era mucho menos importante de lo que había supuesto. Lo importante era la huella dorada, la huella mágica que había dejado en su vida y que nadie podría quitarle."
Milan Kundera, La Insoportable Levedad del Ser Imagen, Lina Scheynius
Oh! Qué bello. No sé por qué me recordó algo de Alan Pauls en El Pasado, pero supongo que es normal, porque se trata del pasado. Y esa huella dorada en el pelo, es imborrable.
ResponderEliminarEl toque del Espíritu, sin él, nada de nada.
ResponderEliminarbsos
y esa huella tiene un peso invalorable y amorosamente soportable...
ResponderEliminar¡Qué bonito! me gusta Kundera...
ResponderEliminarCuriyú,
ResponderEliminarleí ese libro de Alan Pauls, pero no me llegó a calar mucho. Con Kundera sí...
La huella dorada en el recuerdo de un movimiento, de un gesto...
tula,
ResponderEliminarsólo así perdura algo para siempre...
emma,
ResponderEliminaren un viaje a nosotras mismas, encontrar esas huellas y volver cargadas de belleza...
pilar mandl,
ResponderEliminarKundera para leer y releer...a mí me encanta.
Saber valorar las huellas doradas, despojarse del dolor.
ResponderEliminarEdmundo,
ResponderEliminarencontrar en los recuerdos tesoros vitales. Valorar esas huellas doradas...